Lo que Thubten Wangchen, -director de la casa del Tibet de Barcelona y mano derecha del Dalai Lama en España- nos explicó, es que el mandala no solo sirve para practicar la meditación, la concentración, la paciencia, etc, etc, sino que es una lección sobre el mundo, sobre lo perecedero de las cosas, sobre su inconsistencia y fragilidad. Todo se acaba pero no hay que darse mal porque seguro que lo que ha terminado será sustituido por algo mejor...y para que lo entendieramos puso como ejemplo el propio pabellón del Faro en el que estábamos, que será destruido cual mandala cuando acabe la Expo. Y todo lo bonito y necesario que se está "cociendo" ahi dentro... esperemos que venga algo mejor detrás.
Y a mi se me ocurrío ampliar esta idea a la propia Expo. Muchas veces bromeo con mi chico o mis amigos ¿que haremos el año que viene? ¡Que pena nos va a dar el 14 de septiembre!. No todo va a desaparecer ese dia. Quedaran muchos edificios pero... la Expo como tal acabará para siempre y este verano se quedará como un hermoso recuerdo en nuestra memoria, algo para contar a nuestros hijos y nietos. (Ay! Que bonito me ha quedao!).
¿Y lo que vendrá despues? Esperemos que tambien sea algo mejor. Como pasó en el 92, tras el gran acontecimiento esperan tiempos dificiles. Ojalá no queden los sueños en agua de borrajas (tan aragonesas ellas). Confiemos en que otro "mandala" surja en su lugar y el viento no se lleve su arena aunque, sea lo que sea, tambien será efímero. Todo lo mundano lo es, por mucho que nuestro limitado puento de vista particular nos lo haga parecer "eterno".
Los monjes tibetanos recogieron la arena y la llevaron en un jarro en procesión hasta la orilla del Ebro. Allí la arrojaron al agua y yo sentí que dese ese dia nuestro Ebro es un rio afortunado.
Video: video-resumen que hice de la ceremonia.
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